Carta de despedida de la Sociedad Teosófica
En Sevilla, a 17 de abril de 2021
En tu condición de máxima responsable de la S.T.E. y a todos los efectos que correspondan, te traslado mi decisión, que compartí ayer tarde con los compañeros y compañeras de la Rama Fraternidad de Sevilla, de darme de baja en la Sociedad Teosófica con fecha 20 de abril próximo, día en el que se cumplirán cuatro años de mi ingreso en la misma. Lo que de ningún modo significa renunciar a la Teosofía, en su hondo significado transcendente, a la que dedico y seguiré consagrando mi vida, pero si a la organización internacional que en España diriges.
No me considero en posesión de la verdad, ni pretendo convencer a nadie de nada. Y respeto escrupulosamente los sentires y pareceres de cada cual. Pero también he de ser coherente con lo que mi discernimiento y sentido común me muestran. Lo me lleva a compartir lo que sigue sin acritud alguna, aunque sí con la claridad que el asunto merece.
No profeso ningún credo y lo que me llama espiritualmente es la Sabiduría Divina que subyace en todas las religiones. Pero, al poco de entrar en la Sociedad Teosófica, me sorprendió su distanciamiento de lo crístico, en general, y de la figura y la sabiduría profunda de las enseñanzas de Jesús Nazaret, en particular, con lo que esto implica de falta de consideración sobre lo que representó –y continúa suponiendo- la encarnación, a través de él, de la fuerza y la esencia crística en la humanidad y la Madre Tierra.
De otra parte, empecé a percibir en el seno de la S.T. una marcada decadencia consciencial, que se había agudizado tras el fallecimiento de Radha Burnier, presidenta desde 1980 hasta su muerte en octubre de 2013. Por lo que escribí un texto titulado Sobre los procesos de declive de los movimientos espirituales, que divulgué el 29 de julio de 2018 y compartí con diversos miembros de la S.T., entre ellos contigo, con la esperanza de contribuir modestamente a una reflexión colectiva que permitiera recuperar el pulso vital y espiritual de la organización. En sus páginas no cité explícitamente a la Sociedad Teosófica, para evitar causarle daño, pero sus contenidos estaban inspirados en lo que en ella veía y vivía. Por si no lo recuerdas...:
https://emiliocarrillobenito.blogspot.com/2018/07/sobre-los-procesos-de-declive-de-los.html
Desgraciadamente, nada cambió en la S.T. a lo largo de los siguientes meses y años. Todo lo contrario, la situación fue empeorando paulatinamente, especialmente en lo relativo a la citada decadencia consciencial. A la par que pude experimentar en carne propia, y en la de personas muy cercanas, que las reflexiones críticas, por prudentes que fueran, en lugar de ser entendidas como aportaciones de buena fe, se consideraban molestas y provocaban recelos, resquemores y hasta ataques directos de los niveles de gobierno de la Sociedad Teosófica –por ejemplo, de ti misma-.
No obstante todo ello, permanecí en la organización por lealtad a los insignes hombres y mujeres que en 1875 promovieron la fundación de la Sociedad Teosófica, a los destacados personajes que la plasmaron en Sevilla y Andalucía hace más de un siglo y a algunos teósofos actuales de renombre, como mi querido y más que admirado José Tarragó.
Marco en el que hace poco más de un año apareció la pandemia ligada al Covid-19, con todo lo que ha traído consigo. Un hecho que, sin entrar en diatribas sobre su origen natural o artificial, accidental o provocado, viene siendo utilizado, a los ojos de todo el que quiera verlo, como el mayor ensayo de ingeniera social de la historia de la humanidad con el nítido objetivo –hay otros, desde luego, pero este es el fundamental- de provocar un enfriamiento satánico/ahrimánico del espíritu humano: miedo; incertidumbres; falaz tensión entre seguridad y libertad, como excusa para cercenar los derechos individuales y colectivos y la dignidad de las personas; distanciamiento social; ruptura de las relaciones familiares y sociales; fomento de los recelos entre unos y otros, niños y jóvenes incluidos; primacía de la técnica y las tecnologías sobre las cualidades y atributos de nuestras almas; trabas y prohibiciones para las actividades colectivas ligadas a la cultura, el arte y la creatividad; imposición tanto de un pensamiento único como de una versión oficial de los acontecimientos por parte de los que encabezan este colosal ensayo de ingeniera social; y un amplio, demasiado amplio, etcétera.
Ante una situación tan tremendamente grave y distópica, que aflige a la humanidad y a la vida en el planeta en su conjunto y que tantas repercusiones tiene en la evolución consciencial y espiritual de las personas, surge inmediatamente una pregunta: ¿qué ha hecho la Sociedad Teosófica? La respuesta es fácil, pues basta con repasar sus publicaciones y audiovisuales de los últimos doce meses: la S.T. no ha hecho nada, nada de nada, salvo, eso sí, hacer suyos ese pensamiento único y esa versión oficial, permitiendo así que la influencia ahrimánica continúe adentrándose en la organización hasta abducirla por completo.
A raíz de lo cual aparece un segundo interrogante: ¿por qué la S.T. ha actuado así, de modo tan notoriamente inconsciente? También aquí la contestación es sencilla: pues debido a la escasa presencia de la fuerza y la llama crística en la organización. En los momentos actuales personales y colectivos, lo crístico, con el nombre que se le deseé dar, es la única manera de evitar el enorme influjo que ejerce lo satánico/ahrimánico y de ser semillas activas de la nueva humanidad que ya late en el corazón de tantos seres humanos y brilla en nuestras almas. Sin embargo, la S.T. no solo vive ajena a esto, sino que se decanta cada vez más por actividades que van en el sentido contrario y son más propias de la “New Age” que de una práctica de vida que plasme en el día a día, con ejemplaridad y autenticidad, nuestro verdadero ser, el servicio a los demás y la Reverencia por la Vida en todas su modalidades y manifestaciones.
En definitiva, es la ahrimanización de la actual organización teosófica lo que hace que deje de pertenecer a ella.
No quiero ser cómplice pasivo de la tergiversación y perversión de los valores que estuvieron en la razón de ser de la constitución de la Sociedad Teosófica y promovieron su desarrollo durante muchas décadas. Y tampoco puedo seguir formando parte de una organización que se ha transformado en una mera red de intereses para perpetuarse en los cargos y en un club de perfil marcadamente endogámico. Sobre lo primero y aunque no sean desde luego los únicos casos, son paradigmáticos los del presidente internacional y la responsable europea, que, para colmo, reciben múltiples prebendas por desempeñar funciones que deberían ejercerse con vocación de servicio y de forma totalmente desinteresada. En cuanto a la endogamia, la organización se ha convertido en una especie de club de entretenimiento y distracción de unos pocos que se consideran importantes porque en eventos vacacionales se dan discursos entre sí, de los unos para los otros y siempre entre ellos mismos y sin repercusión pública alguna, tan llenos de bellas palabras como vacíos de corazón, compasión, valentía y un mínimo de lucidez para comprender lo que está ocurriendo en el mundo.
Todo lo cual pone de manifiesto el abandono de la Fraternidad y de la búsqueda de la Verdad que la S.T. luce en sus objetivos y lema; y una absoluta falta de comprensión de las enseñanzas teosóficas, que no están para ser repetidas de memoria, jactándose de dar un “servicio a la humanidad” por detentar un determinado cargo o de ser “espirituales” por acumular conocimientos intelectuales, sino para su práctica diaria, sacando lo mejor de uno mismo y poniéndolo al servicio de los demás, el planeta y la Vida.
No me extiendo más y te pido disculpas por el tiempo que te haya podido quitar con la lectura de estos párrafos.
===============================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario